Artur Mas, presidente de la Generalitat catalana, plantea un plan de comunicación de enfrentamiento abierto. Utiliza para ello las reglas básicas de la propaganda, con intención de influir sobre la percepción de los ciudadanos, distorsionando claramente la realidad. Para ello no tiene reparo en deslices verborreicos como cuando vino a decir que los andaluces no sabemos hablar bien; peor que mal si lo comparamos con los esforzados estudiantes catalanes que al parecer, con inmersión y todo, aprueban el castellano, incluso nos superan en cuanto al dominio de la lengua de Cervantes. Al igual mantiene su postura comunicativa en la seguridad que todo lo malo viene de fuera y lo único verdadero es lo catalán.
Contemplamos todos los días cómo la propaganda de integración, impuesta en Cataluña, tiene que ser alimentada constantemente con las comparaciones que no se atienen a la realidad; al menos es mi opinión. Para Mas el catalán es una lengua y el andaluz un castellano mal hablado, vale. Los andaluces que le votan en las elecciones autonómicas deberían pensárselo mejor en la próxima ocasión.
Cuando hablo de propaganda de integración me refiero a la que aludía Ellul y siempre entendida bajo la premisa de la educación y formación a largo plazo de las masas, diferente en su concepción de la propaganda leninista, entendida bajo el paraguas de la agitación y más en relación a las campañas electorales. Mas ya no está en clave electoral pero machaca con su discurso integrador, de inmersión catalanista, enfrentando sus conceptos con los de los demás; aunque lo demás se debatan en otros frentes abiertos más cercanos al bolsillo propio de cada cual: crisis y paro, por ejemplo, las debilidades de la clase política también.
Ya Lenin y Plejanov mantenían que la educación de integración era básica desde la escuela primaria hasta la universidad, para apuntalar el sentido de “clase”, aunque ésta fuera proletaria. Claro que los catalanes deberían esforzarse en entender mejor el sistema, no vaya a ser que algún día no sólo hablen igual y diferente de los que les rodean, sino que vistan igual o ganen el mismo mísero sueldo y la culpa no sea consecuencia de la solidaridad (insolidaridad también sirve) con las otras comunidades, sino porque se lo hayan arrebatado sus dirigentes, como así ocurrió en la antigua Unión Soviética.
En mi opinión, Mas está inmerso en una gran campaña de propaganda de guerra y lo del lenguaje sería una estrategia de las que se denominan de “guerra psicológica”. Para entendernos, los andaluces somos los enemigos, por lo que la propaganda en cuestión trataría de revivir una fobia al contrario, simplificando el mensaje: los andaluces hablan mal porque la educación no es buena, todo se debe a que no se esfuerzan por lo que tampoco trabajan y viven de las migajas que les damos los demás y que no nos sobran, amén de que todos reciben subvenciones a costa de los catalanes, a los que se les arrebata su dinero para mantener a los holgazanes. Bien, definido el enemigo y sus debilidades, enfrentadas a las bondades de los primeros, pasamos al método de la “contaminación”, si fueran sólo los andaluces, la guerra psicológica quedaría algo coja, por tanto metemos en el mismo saco a los gallegos y así el enemigo crece en volumen y en peligro. Claro que lo mejor es utilizar de paso el “bluff”; es decir, al enemigo ya individualizado pero con aliados afines, resulta que hay que atribuirle errores, violencias y otras características negativas que, curiosamente, son las propias; también es mi opinión al respecto.
Y cerramos la ecuación: concentrando todo lo malo sobre el enemigo único logramos una suerte de catarsis que lleva directamente a la auto purificación a través del odio. Es más sencillo combatir a un enemigo visible que a un demonio invisible que puede encontrarse dentro de cada cual.
Por extensión se comienza por lo andaluz, se continúa con los extremeños, gallegos, etc., hasta llegar a los españoles, el "sumum", el enemigo ya es malo por necesidad, sin él no podrían compara todas sus bondades.
Total que la minimización, exageración, desfiguración de la información hace que se destaque sólo aquello que se desea y que no caiga en saco roto. Ya lo dijo Goebbels, el ministro de la propaganda nazi: “Una mentira será más creíble cuanto mayor sea”. O lo que viene a decir refranero castellano, “deja que algo queda”.
Por tanto, la comunicación de los líderes de CIU no deja lugar a dudas sobre su intención; como base para conseguir la independencia me parece una estrategia excelente; personalmente no la comparto, por cuanto a mi me interesan las campañas positivas, las que buscan enaldecer los valores, las que dan solucione a las necesidades e inquietudes ciudadanas.
Francisco Roldán, vecino de Marbella
Pte. de la Asociación Española de Consultores Políticos
aescop@aescop.com
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