Rajoy lo ha dejado caer, entre sus más cercanos colaboradores, alto y claro: la palabra rescate no existe. Antes que él hubo otros que no querían escuchar la palabra "crisis" y eso les allanó el camino para salir por la puerta trasera de La Moncloa; no hay peor ciego que el que no quiere ver.
A las cosas hay que llamarlas por su nombre y, como dice el dicho español, "al pan, pan y al vino, vino". Querer esconder lo que es una evidencia para todos sólo hace dejar en ridículo a quien lo ejerce y dejar claro que se trata a los ciudadanos como si fuéramos tontos y no supiéramos de qué va la cuestión. Hoy día los ciudadanos tenemos acceso a la información, a mucha información, y pretenden que nos traguemos que España no va a ser rescatada porque somos diferentes: el país con más paro de la Unión Europea, corruptelas por doquier, dependencia total del sector servicios, en crisis también, nuestro activo más preciado viajando al extranjero para subsistir, etc. Lo dicho, quieren que comulguemos con ruedas de molino, y eso no cuela. Al igual que quieren que todos paguemos los desastres de la banca, sin que los culpables paguen peaje.
¿Quién dice que los ciudadanos hemos despilfarrado?, serán algunos porque los que yo conozco no se han beneficiado en nada del supuesto despilfarro. Estamos en un momento crítico cuya culpabilidad recae en una clase política que está demostrando que no está a la altura de las circunstancias; ni los unos ni los otros. Ya es hora de que se sienten a negociar lo que debería ser innegociable: la unión de todos los políticos para la salvación de todos, aunque dudo que éstos sean capaces de tirarse al agua a salvar a alguien, por si acaso perecen en el intento; aunque con ello provoquen la caída irremediable del país, de los ciudadanos y de ellos mismos que, de paso, seguirán negándolo todo, cuestión íntimamente ligada a la categoría política de quienes deberían gestionar mejor, o al menos gestionar lo que ponemos en sus manos los ciudadanos cada cuatro años.
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