Revisando el libro “Patologías de la imagen”, de Román Gubern, catalán para más señas, se me pasa por la cabeza que podría, muy bien, ser libro de cabecera de Artur Mas. En la contra portada se asegura efusivamente que se trata de un libro indispensable para entender un aspecto decisivo “de nuestra historia cultural”. Y yo aporto, un libro indispensable de estrategia política para conseguir triunfar a base de propaganda negativa, entresacada de los mejores manuales básicos de la propaganda nazi o la estalinista.
Decía Rober Ley, jefe del Frente del Trabajo nazi que “tenemos que apartar la atención de las masas de los valores materiales a los morales. Es más importante alimentar el alma del hombre que su estómago”. He ahí el por qué para Mas no es tan importante el después sino el aquí y ahora; me explico, contra viento y marea quiere promover la secesión de Cataluña a pesar de que los datos económicos aseguran una debacle en la materia para todos los catalanes. ¿De dónde sacaría los ciento cincuenta mil millones de deuda que les correspondería como nuevo país del mundo mundial, que no de Europa ya que no sería aceptado por ésta, en principio?. Nadie lo sabe, quizás sí lo sepa él pero dudo que lo comprenda, quiere dejar huella en la historia moderna; la megalomanía del poder, a la que se refiere Gubern, no sólo a través de la arquitectura o cualquier expresión artística, sino en las ideas. “La mentira, cuanto más grande, más creíble”. Y el problema es que, de tanto repetirlo, se lo va creyendo. El independentismo ha calado en muchos paisanos de a pie catalanes a base de insistir en la maldad de los españoles, en el centralismo y en lo buenos que son ellos en comparación con el resto de españoles; la estrategia de buscarse el enemigo único y dejar caer sobre él todo lo maligno y negativo que existe. Que de trabajo, honradez, ahorro y valores los catalanes están sobrados, al parecer; los mentirosos, vagos, borrachos, gastones e indecentes somos los demás, el resto.
Y eso me enfada porque yo no tengo nada que recriminar a los ciudadanos que viven en Cataluña. Si acaso, que se hayan dejado embaucar por políticos que han llevado a esa bella tierra al fracaso económico, encaminada a una ruptura social. Que ya no se trata de alimentar el estómago, como decía Ley, sino que hay cosas más importantes que están por encima de las cuestiones terrenales, pensará Mas. Al ritmo que llevan no habrá gordos en Cataluña, seguro; mira, algo positivo tiene eso de la independencia.
Pero, en serio, Mas se ha metido en un callejón sin salida que puede deberse a una ilusión irreal; vamos que se ha creado su propio mundo y que vive en él bien enrocadito, sin atender a razones (cosa, por cierto, nada anormal en la historia universal de la política). Asegura el psiquiatra Cabrera Forneiro que, en la política, existen personalidades de diferente índole y que se puede diferenciar claramente al paranoide del esquizoide, del histriónico o del obsesivo, por ejemplo. El caso es que hay algunos políticos que atesoran rasgos patológicos que reúnen varios trastornos. “¿Alguien ha dicho Cataluña?, será por algo, no me gusta. Están pendientes de mí, seguro”, debe ser el pensamiento paranoide de alguien que ha perdido el Norte. Don Quijote veía gigantes donde sólo había molinos de viento; pero la personalidad esquizoide del irreal manchego , y su idealismo, sólo servían para hacerse daño a sí mismo. Existe también personalidades histriónicas que necesitan llamar permanentemente la atención. En fin, que nadie nos libramos de padecer accesos patológicos de diferente índole en algún momento de nuestra vida, pero lo peor es cuando hacemos de ello nuestra profesión.
Yo le aconsejaría a Mas, si me permite, que haga más caso al estómago y que si quiere alimentar el alma que lo haga a través del compromiso, de la solidaridad, la educación, la salud o, sencillamente, de la realidad. Auto proclamar la independencia de Cataluña sería un grave problema para todos; cuestión, por cierto, que personalmente me daría igual en los tiempos que corren ya que las fronteras las hacen los hombres y no la orografía de los territorios. Pero me da escalofríos pensar que “una de las dos Españas” me hiele el corazón; hablando es como tenemos que solucionar los problemas, si existen. Y si no es así, no hace falta tensar la cuerda más de lo necesario, suficiente tenemos ya con buscarnos la vida diariamente, y pode comer todos los días, como para aguantar las paranoias de los políticos. Dicen que las guerras se inician cuando se acaba la política y yo no quiero ser alimento del “optimismo historico” de ideales mesiánicos varios, en particular el de Artur Mas.
por Francisco Roldán. Pte. de la Asociación Española de Consultores Políticos
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